martes, 15 de octubre de 2013

La diversidad -1


 
 

 
La simple casualidad de coincidir en el tiempo dos eventos acuarelísticos relevantes a cargo de dos excelentes acuarelistas de nuestro país, Jesús Lozano Saorín y Manel Plana, que practican unos lenguajes bien diferentes entre sí, me ha hecho reflexionar sobre la necesidad de mantener siempre una actitud tolerante y lo más abierta posible ante las formas más dispares de entender la acuarela. No solamente eso, sino la obligación de tratar de fomentar ampliamente dicha diversidad en aquellos ambientes que sean aptos para la divulgación del conocimiento artístico.
Todos conocemos bien que si la acuarela ha conseguido ganarse un pequeño espacio dentro del mundo de la pintura  ha sido a través de un esfuerzo mantenido en el tiempo y también a haber jugado sus mejores cartas, entre las que han destacado la ortodoxia de la técnica, la exigencia de unos mínimos requisitos de calidad respecto al soporte de papel, la predilección por los formatos pequeños, la ejecución generalmente en pocas sesiones, cuando no en una sola, dado el carácter propio de la técnica, que permite aplicar sucesivas capas en espacios cortos de tiempo, siempre que se den unas favorables condiciones de humedad.
Algunas de estas características han favorecido entre otras cosas una mayor práctica colectiva, aprovechando salidas pictóricas hacia lugares de interés, en las que se estrechan relaciones con otros acuarelistas. Se dirá que ello ocurre también en cualquier otra técnica y es verdad, pero justo es reconocer que la diversidad de posibilidades técnicas, tamaños, soportes, etc no facilita las cosas a tales colectivos, lo que está en la raíz misma de la prevalencia tan desigual en cuanto a los movimientos asociativos, ampliamente extendidos entre los acuarelistas, dando lugar a unas agrupaciones activas, algunas de ellas de largo recorrido.
Es probable que en tales movimientos no pueda excluirse cierta actitud de defensa de los propios intereses entre los practicantes de la acuarela, técnica que todavía hoy demasiadas personas consideran como un arte menor, remisas a considerar pintura a nuestras aguadas. Sin embargo, se trata de opiniones en franca regresión que solamente una mente muy radical y rigorista puede defender con un mínimo de honestidad intelectual.
En realidad todos los condicionantes sociológicos más arriba apuntados poseen en sí mismos un cierto efecto uniformador, por inevitable contagio entre las formas de hacer, las conocidas influencias, que como tales han existido y existirán siempre entre artistas de ámbitos cercanos geográficamente. Tales influencias se hacen más patentes en el interior de aquellos grupos que se constituyen alrededor de algún artista de más talento, que aún sin pretenderlo llega a constituirse en un verdadero maestro, admirado por su saber mientras se le intenta copiar de modo formal y acrítico, o escrutar inteligentemente y en silencio, con el objeto de penetrar el secreto que se esconde dentro de la propia excelencia.
En cualquier caso, coincideremos en que es innegable que durante estas últimas décadas las cosas han ido cambiando de una manera sustancial, y ello por muy diferentes motivos:
-La inquietud creciente entre los artistas plásticos, siempre en pos de un valor fundamental, la creatividad, entendida a menudo como diferencia, ruptura y transgresión, modelo inoculado entre los jóvenes emergentes como una cualidad imprescindible para demostrar la propia valía.
-La movilidad geográfica, con la consiguiente apertura hacia otros naciones y otros continentes, especialmente hacia los países europeos más adelantados y Norteamérica, donde el arte ha sido más proclive a desarrollar todo género de las inquietudes antes insinuadas, a lo que habría que añadirse la difusión de las filosofías del lejano oriente, desde donde han llegado formulaciones introspectivas, desmaterializadoras, líricas, minimalistas, que ponen mayor énfasis en espacios diáfanos y vacíos, favorables al silencio, a veces complementados por los desahogos enérgicos y vitales del movimiento gestual, en gran parte reminiscencia de la propia escritura oriental. Para acabar de completar la descripción debería citar las influencias del llamado tercer mundo, con todo su primitivismo formal, el cromatismo desbordante del arte africano y del hispanoamericano, que presentan unas iconografías marcadas por sus particulares coordenadas culturales, creencias y movimientos sociopolíticos.
-La hiperproducción de bienes, derivada de la industrialización y del capitalismo dominante, que ha provocado la aparición de múltiples productos de consumo con utilidad artística, como nuevos pigmentos, multitud de sustancias que permiten ampliar el espectro de los soportes aptos para pintar con acuarela, aún con evidentes dificultades de incierta solución, todo hay que decirlo. En cambio, otras limitaciones como las que tienen que ver con el tamaño de papel utilizable han desaparecido gracias a la multitud de tamaños disponibles, desde los pequeños cuadernos utilizados por los movimientos urban-sketchers hasta los inacabables rollos utilizados por todos los artistas partidarios del gran formato.
Todo ello provoca condiciones favorables al abandono de aquel estilo tan propio de la acuarela clásica, como eran aquellas acuarelas inglesas con su esmerado dibujo subyacente, los apuntes perfectos, sus expresivas ilustraciones, tantas y tantas filigranas fruto de un tiempo que, para bien o para mal,  era bien distinto del que nos toca vivir hoy...

(Seguirá)