jueves, 17 de julio de 2014

25 años, 75 acuarelistas

En su 25 aniversario como Agrupación, y como preludio a las actividades más específicas del Symposium Europeo de Acuarela, que como sabéis tendrá lugar la primera mitad de octubre en Córdoba, uno de los eventos más destacados que ha organizado la Agrupación de Acuarelistas de Andalucía, es la Exposición Itinerante 25 Años, 75 Acuarelistas, que acaba de cruzar su propio ecuador con la muestra que actualmente tiene lugar en la sala de exposiciones “Gran Capitán” del Excmo. Ayuntamiento de Granada.

Con motivo de esta exposición se editó un magnifico catálogo en la que están reproducidas obras de 75 acuarelistas pertenecientes a la Agrupación de Acuarelistas de Andalucía.

Se trata de una excelente colección de acuarelas, en la que conviven con total armonía distintas formas de entender la acuarela y que en sí misma constituye la más elocuente constatación del alto nivel adquirido por esta dinámica Agrupación después de sus primeros 25 años de existencia.

A poco que se analice el conjunto, dentro de él pueden advertirse infinidad de detalles y de matices, que nos permite ver la inquietud de los inquietos, la osadía de los osados, la rotundidad de los rotundos, la decisión de los decididos, así como también el fino esmero de los cuidadosos, la contención de los más sobrios, el tierno lirismo de los más poetas, la serenidad de los que la vida ha vuelto serenos…

También se advierte, como no, una considerable cantidad de ilusión y de trabajo, siempre basados en la positiva experiencia de la paciencia y el tesón. Puede apreciarse la plenitud del color naranja, la seguridad de la geometría o aquella que permite el dominio de la propia gestualidad. Los encuadres diferentes, los grafismos y las texturas, siempre crecientes. Y si se me apura, incluso alguna lágrima, no siempre ligada a aquellas dosis de incertidumbre o de duda, tan connaturales con la acuarela, que nunca deben faltar entre los acuarelistas que se precien.

Retórica aparte, como siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, se muestran a continuación algunos fragmentos y obras de esta exposición itinerante, que en su conjunto constituye todo un evento mayúsculo dentro del panorama de la Acuarela española.

 
Pedro Orozco

Antonio José Barrientos

Manuel Blandón

Antonio Hernando

Paco Sánchez

Lucas Prado

Ángeles Millán

Francisco J. Muñoz

Carmen Toro

Manolo Jiménez

Frutos Casado de Lucas

Antonio Luis Cosano

Klaus Hinkel

Camilo Huéscar

José Hernández

Salvador Rodriguez-Bronchu

Lola Montero

Julio Visconti

  
                                            Carmen Márquez         Chari Leiva

  
                          Juan Valdivia              Inmaculada Santana            Antonio Vela

Fernando Rodríguez

Nicolás Angulo

María José Barrera

Elías J. Cañas

Geoffrey Wynne

Nemesio Rubio

Juan Tijeras

Enrique Ochotorena

Julia Hidalgo

Alberto Rafael de Burgos

José Ysmer

Con indudable acierto, la Vocalía de Granada ha previsto esta exposición con espíritu de exposición “abierta”, organizando todo un programa de actividades colaterales siempre con el objetivo de promover y difundir la acuarela, bien en la propia sala de Exposiciones o en sus jardines adyacentes, en forma de Jornadas abiertas de pintura a la acuarela al aire libre y diversas demostraciones de acuarela en directo a cargo de expertos acuarelistas.

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Corresponde felicitar a todos los acuarelistas andaluces, que han sabido poner en marcha tanta energía detrás de un programa tan ambicioso como el que supone este Symposium Europeo, que ha sido pretexto y catalizador de dicha movilización. Y también a la comisión organizadora, encabezada por el propio Presidente, Elías J. Cañas.

Desde este espacio deseamos también una larga y fecunda vida para la Agrupación.


domingo, 8 de junio de 2014

Conocerla es amarla

Para cumplir lo previsto en anteriores posts, lo que sigue es el contenido de la segunda charla de Priego, referida más explícitamente a la Acuarela.

“CONOCERLA  ES AMARLA”
La  Acuarela, sus ventajas  y  sus  inconvenientes

Todos los que cultivan la pintura a la acuarela suelen ponerse de acuerdo en que se trata de una técnica sencilla y compleja a un tiempo, que se aprende con facilidad, que permite llenar rápidamente toda la superficie del papel, generando manchas que se funden entre sí con resultados sorprendentes.

Una de sus características primordiales es la frescura y espontaneidad que desprende, una lozanía alegre y juvenil.

En manos experimentadas su rapidez de ejecución explica que haya sido siempre un medio excelente para la representación de la naturaleza, siempre cambiante, así como para  realizar  bocetos para obras posteriormente realizadas al óleo o con otras técnicas.

Dicha rapidez no impide, sino que provoca una verdadera dificultad en su ejecución, ya que requiere una buena dosis de experiencia para el manejo de los tiempos, que permita en cada momento encontrar el papel en situación adecuada para recibir nuevas manchas o veladuras.

Su fácil extensión por amplias superficies de papel y rapidez de secado permite aplicar capas sucesivas, veladuras transparentes e inmateriales, que la convierten en técnica idónea para formas de expresión minimalista.

Una característica singular de la acuarela es su estrecha interactividad con ambiente, con las condiciones atmosféricas, temperatura y grado de humedad, que condicionan los tiempos de secado de modo tal que pueden hacerla impracticable bajo determinadas circunstancias, lo que le confiere particular sensibilidad, una  mayor naturalidad y autenticidad.

Otro carácter peculiar es su aparente irreversibilidad, que le ha valido esa aureola proverbial de técnica imposible de corregir. Se trata solamente de una verdad a medias, que es real cuando el pigmento se ha infiltrado en los entresijos fibrosos del papel, de donde es muy difícil extraerlo. Casi todos sabéis que es posible una sustracción parcial del pigmento mediante el lavado precoz, que arrastra el pigmento superficial, que aún no ha penetrado gracias al encolado de los buenos papeles. (De ello puede observarse la siguiente muestra, extraída de mi  último post

 

Su aparente irreversibilidad, junto con su rapidez de ejecución confieren a la acuarela una verdadera dificultad en su ejecución, ya que requiere una buena dosis de experiencia para el manejo de los tiempos, que permita en cada momento encontrar el papel en situación adecuada para recibir nuevas manchas o veladuras.

La imprevisibilidad es uno de los rasgos más definitorios de la acuarela. Aun en manos expertas siempre flota en el aire un factor aleatorio, suerte o destino, en parte condicionado por las condiciones atmosféricas y la propia tensión personal. Esta circunstancia confiere un atractivo singular a cada sesión de acuarela, una aventura de final desconocido, que así mantiene el  suspense hasta el momento final.

A pesar de todas estas características, históricamente ha sido siempre considerada como la hermana pequeña dentro de las técnicas pictóricas, especialmente desde la óptica de quienes cultivan óleo o técnicas mixtas, más comprensivos con el pastel, también injustamente relegado en rango.

En el caso de la Acuarela ha contribuido su soporte, habitualmente papel, que le da una mayor fragilidad, puesto que de entrada es rompible, siempre sujeto a plegaduras que dejan huella, contrariamente a lo que ocurre con soportes de madera o bastidores con telas de lienzo. Además, hasta hace escasas décadas era difícil pintar formatos grandes, que ahora ya están a nuestro alcance utilizando papeles de calidad excelente, dispensados en rollo. En el otro polo, el de los formatos pequeños, siempre hemos tenido disponibles blocs de múltiples formatos que permiten adaptarse a cualquier preferencia personal.

Constituye también una ventaja su solubilidad con agua, que le confiere gran limpieza y total salubridad medioambiental, al no precisar productos disolventes que siempre son en mayor o menor grado contaminantes o perjudiciales para  la salud.

Para los profesionales es una gran ventaja su facilidad de almacenaje, al no necesitar grandes espacios ni grosor de bastidores que la sustenten. Colocadas en carpetas se guardan muy bien. Protegidas de la luz no pierden su color, aún con el paso de largas décadas.

La rapidez de ejecución confiere al acuarelista profesional una mayor flexibilidad en cuanto a la programación de exposiciones, excepto en aquellos artistas que cultivan estilos hiperrealistas, siempre más laboriosos. 

Por el contrario, un inconveniente es la necesidad de protección, bien sea con cristal o láminas plastificadas o de metacrilato. Pueden usarse también barnices transparentes para proteger la pintura, aunque hay que ser precavidos por distintos motivos. Algunos barnices pueden oxidarse y amarillear con el paso del tiempo, mientras que otros provocan el pegado involuntario con otras acuarelas, especialmente si están apretadas dentro de carpetas. No hay que olvidar que algunos amantes del arte, coleccionistas de acuarelas, se muestran bastante  reticentes ante las acuarelas barnizadas. Confieso que comparto la sensación de que el barniz pone una barrera que aleja definitivamente la acuarela, ya inaccesible.

Hablar tanto de las características de la acuarela no es sino una distorsión intelectual que no debe pasar inadvertida, sobrevalorar la técnica en sí en perjuicio del sentido y del lenguaje, elementos más fundamentales en lo artístico. Conviene no olvidarlo para evitar actitudes de cerrazón, que conviertan unas peculiaridades técnicas en algo similar a las actividades de un club secreto.

Para resumirlo en pocas palabras: si un mayor nivel de dificultad provoca mayor satisfacción ante el progreso y si aceptamos que la acuarela perfecta es algo prácticamente imposible, ya están sentadas las premisas para una técnica capaz de convertirse en una auténtica adicción.

MATERIALES

Solamente unos breves comentarios sobre el utillaje habitual para la técnica acuarelística.

Soporte. Habitualmente es el papel, del que como se ha dicho antes disponemos múltiples tipos, en blocs, hojas sueltas de diferentes tamaños y en rollo para grandes formatos. La posibilidad de escoger entre distintos gramajes y texturas permite elegir selectivamente, según   presupuestos  y finalidades. El grosor influye en el precio y el grado de textura permite escoger el adecuado  para trabajos con mayor o menor detalle.

Colores. Podemos escoger entre pinturas en tubo o en pastilla-godet, así como en la forma líquida, para superficies amplias. Actualmente también existe la posibilidad de fabricarse la propia pintura a partir de pigmentos comercializados, o bien comprarla ya hecha, de origen nacional o extranjero, siendo las más utilizadas las marcas holandesas, inglesas y alemanas, seguidas por las italianas y francesas e italianas. En cuanto a la amplitud de la paleta de colores puede escogerse entre una paleta restringida o más amplia, en función de nuestra capacidad o pereza a la hora de mezclar colores para conseguir nuevos tonos.

Pinceles. Conviene disponer de una colección variada, tanto en grosor como en forma, con el fin de obtener un registro descriptivo más amplio. Pueden escogerse entre redondos, planos y los mixtos, denominados en lengua de gato. Entre pinceles sintéticos y los de pelo natural, los de vientre largo o los más cortos. La capacidad de retención del agua entre sus pelos es crucial. Resultan también muy útiles las paletinas, que permiten amplias manchas, para lo que son de gran utilidad también las esponjas. La influencia de los pinceles sobre el lenguaje pictórico es fundamental y bien fácil de entender. 

TÉCNICA

Algunas palabras más sobre algunos aspectos técnicos.

Inclinación del tablero. Constituye un tema importante a la hora de ver los resultados obtenidos, ya que diversos grados de inclinación provocan diferentes patrones de corrimiento de las aguadas. Cada uno debe buscar su posición óptima, en función de su modo particular de pintar. En este sentido resultan útiles los caballetes que permiten abatir totalmente el soporte.

Sujeción y tensado del papel. Es necesario sujetar el papel al tablero, pudiendo utilizar el simple claveteado con chinchetas, las pinzas metálicas clásicas, las cintas adhesivas, etc. Por el contrario, la conveniencia de tensar el papel es un asunto personal. En honor a la verdad hay que decir que se pinta con mayor placer. Para ello puede doblarse el papel previamente mojado para fijarlo por detrás del bastidor o tablero, aunque también puede hacerse con  papel adhesivo del utilizado en enmarcado de cuadros, que permite un buen encolado incluso encima de papel mojado.

Humedecer el papel. Salvo excepciones, como el frío o la humedad, resulta muy conveniente humedecer el papel antes de empezar a pintar, ya que de este modo se elimina parte de la cola más superficial, lo cual permite un mejor tintado del papel. Es mejor hacerlo después de dibujar, para poder empezar sin más demora.

Escoger las técnicas en húmedo o en seco. En ambas la forma de extenderse el pigmento es muy diferente, de bordes concretos cuando se pinta en seco y de contornos borrosos al hacerlo sobre húmedo. Utilizar de forma simultánea o alternativa ambos métodos es la clave de la experiencia técnica que debe adquirirse, para llegar siempre adonde uno quiere. O al menos conseguir mantener cierto control. Reconocer el diferente comportamiento de las pinceladas y aguadas que estamos aplicando en función de la posición y del grado de humedad subyacente son una parte fundamental de dicho control.

Manejar con cuidado los tiempos. Para ello trataremos de evitar por un igual las pinceladas presurosas que emborronan la acuarela, como las demasiado tardías, que provocan una sensación de dureza a menudo indeseable. Un cierto grado de concentración mental facilita estos cometidos.

Otros recursos técnicos. En sintonía con los tiempos actuales, en que cada vez más acuarelistas utilizan un número creciente de recursos especiales, convendrá familiarizarse progresivamente con aquellos que nos resulten más atractivos con vistas a obtener el tipo de resultado que andamos buscando. Como todos sabéis, existen múltiples y variados recursos, tales como el rascado, el goteado, la adición de sal u otros productos que modifican la difusión de los pigmentos o su propio tiempo de secado, generando así texturas diversas. Puede actuarse sobre el soporte, con agresiones físicas de distinta índole, en busca de nuevos planteamientos expresivos o efectos, adherir toda la extensa variedad de collages que se nos ocurra.

Conviene alcanzar la máxima libertad, especialmente si está bien entendida y justificada, tal vez con una sola recomendación, no traspasar aquella línea roja que muestra los límites que definen el ámbito acuarelístico. Me estoy refiriendo, como ya habréis adivinado, a la cualidad fundamental de la acuarela, la transparencia, que debe estar en todo momento salvaguardada, al menos en las zonas mayoritarias de la obra pintada.

METODOLOGIA

Cuatro ideas sobre la metodología más eficaz para profundizar en los secretos de la acuarela.

Plantearse dificultades crecientes. No querer alcanzar metas imposibles desde los primeros momentos, tanto en cuanto a tamaño como en la complejidad del dibujo o las dificultades propias de ciertos temas, como puede ser la figura.

Utilizar pocos pinceles, como máximo tres y del mayor grosor posible, con el fin de no caer de inmediato en la meticulosidad. Algunos pinceles para acuarela, como los japoneses, tienen una increíble capacidad de mantener afilada la punta, lo cual permite resolverlo todo con un único pincel.

Comenzar con pocos colores, incluso sólo uno, para concentrarse mejor en la dificultad inicial de conseguir un mínimo control sobre el correr del agua, sin tener que estar pendientes de la solución de otros problemas como mezclar colores para obtener determinado tonalidad.

Resulta de gran utilidad la realización de ejercicios descriptivos, de carácter libre, intentando trabajar del modo más ágil captando las formas esenciales de distintos temas. Por ejemplo, el estudio de los follajes de distintos árboles, los reflejos y transparencias de las aguas, la diversa morfología de las nubes y cielos, las variadas superficies que se observan en los paisajes que nos rodean, etc. Para desarrollarla capacidad de escoger el tipo de pincel que más se adapte a cada una de las formas. En las primeras pruebas no es necesario preocuparse del color, ya que el objetivo es otro, el aprendizaje de la descripción.

Pintar elementos sueltos que puedan después integrarse en composiciones complejas, para ir escalando niveles crecientes de dificultad.

Procurar en todo momento ver la obra como un conjunto, pese a que haya zonas que se pintan antes o se acaban más que otras.

En cualquier caso, siempre ir de la mancha al detalle. Empezar por aguadas y manchas amplias y claras, después las de tamaños y tonos medios, dejando para el final los detalles pequeños y los colores concretos y sobresalientes.

Guardar en la obra la debida proporción entre tamaño, pincel y trazos. No resulta coherente un formato grande y unos pinceles delgados, con la excepción de ciertas obras hiperrealistas.

Y un truco que puede ser de utilidad ante obras con cierta complejidad. Tratar de modular los momentos de distinta dificultad. Reservar zonas que nos resultan atractivas para momentos en que ya comenzamos a percibir cierto cansancio, ya que supone un estímulo añadido en todo el proceso.

ACTITUD

Como ya habréis observado, soy reiterativo en lo referente a la actitud interior del artista, que es la que analiza, escoge y resuelve las cuestiones planteadas.

Por estos motivos recalco la necesidad de concienciarse del lenguaje empleado en cada fase de nuestra evolución pictórica.

Aprovechar todos los momentos de duda que se nos puedan plantear para convertirlos en la ocasión propicias para buscar soluciones.

Sentirse receptivos ante las pinturas ajenas. Dejarse influir conscientemente por aquellas que juzguemos interesantes, haciéndolo siempre de modo crítico, tras una previa reflexión, no de forma automática, para no generar malos hábitos.

Aceptar deportivamente las capacidades ajenas, aprendiendo a competir con decisión y valor, pero sin excesiva ansia, prejuicios ni envidias. Alegrarse cuando nos encontramos ante obras excelentes de otros artistas y cultivar la humildad ante las nuestras. No suele ser agradable la  actitud presuntuosa de quienes parecen no entender otras formas de pintar que la suya.

Es del todo legítimo buscar la originalidad, necesaria para encontrar la propia personalidad, un estilo propio. Para que sea productiva deben utilizarse métodos adecuados.

-ampliar la formación que nos dará un mayor margen de maniobra entre las distintas opciones que nos podamos proponer.
-hacerlo con seriedad para no caer en la superficialidad y en lo anecdótico.
-con toda la sinceridad posible, para que la sucesiva evolución de nuestros posicionamientos sea lo más auténtica posible.
-indagar en nuestra propia identidad, que es donde se halla la clave de dicha originalidad, puesto que no hay nada más irrepetible y original que cada ser humano individual.
-trabajar con objetividad y honestidad, intentando no caer en las propias trampas que a veces nos preparamos inconscientemente.

Aceptar nuestras limitaciones, juzgando sin apasionamiento nuestras capacidades, pensando que gran parte de ellas resultan superables. Si quiero, puedo.

Impregnarse del ambiente, dejarse cautivar por la luz, atmósfera y colorido de cada motivo, de tal manera que sintamos siempre cada obra como algo nuevo.

Aprender a contemplar con emoción, a captar el sentido estético y artístico del motivo que se haya escogido. Tratar de identificar aquellos sentimientos que intuimos, aquellas dificultades que nos desconciertan, traduciéndolos en palabras, formas y colores.

Tratar de aplicar la sabiduría humana que hayamos podido alcanzar a lo largo de nuestra vida, tratando siempre de ser más. Aprender a ser agradecido, a  compartir el saber y a promover el cultivo de la acuarela, que es capaz de regalarnos tan gratos momentos.


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sábado, 10 de mayo de 2014

Sobre cursos, encuentros y clases magistrales


Desde hace algún tiempo vengo observando una proliferación creciente de encuentros, cursos, jornadas, fines de semana, simposios, etc. todos ellos centrados en la acuarela, promovidos tanto desde los ambientes propios de las agrupaciones o sus inmediaciones como de múltiples iniciativas personales de algunos acuarelistas, en general los más expertos, inquietos y dinámicos, que son los capaces de movilizar las voluntades de otros muchos practicantes de la acuarela, siempre ávidos de alcanzar nuevos conocimientos y vivir nuevas experiencias.

Son tantos proyectos y tan diferentes entre sí que no pueden obedecer a una estrategia única, aunque todos tengan como denominador común el interés por el aprendizaje de tal técnica artística.

En la mayor parte de convocatorias institucionales hechas desde las propias Agrupaciones se trata simplemente de dar cumplimiento a uno de los objetivos que todas ellas comparten, escritos en sus estatutos, como es la promoción de la acuarela entre los socios y personas afines.

En el caso de las iniciativas meramente individuales, no es sino una nueva forma más, muy noble por cierto, de intentar obtener del ejercicio profesional algún tipo de beneficio, también económico, especialmente en unos tiempos de enfriamiento de la actividad ligada a galerías y exposiciones, dado el notable descenso en las ventas de cuadros.

Tales iniciativas son siempre dignas de alabanza, porque enseñar siempre ha sido y será algo hermoso. Siempre son de agradecer las dosis de altruismo y de generosidad que todas ellas contienen, en mayor o menor grado.

Dichas actividades llevan consigo una capacidad de influencia que constituye un valor añadido al proceso pedagógico. Ello es así porque los receptores quizás adoptarán algunos de los modos de hacer de quien les dirige, con lo cual se expande en mayor o menor intensidad la resonancia del docente, tanto en lo concerniente a su modelo estético y lenguaje como en la subsiguiente popularidad. Con razón se ha dicho que “no existen maestros mientras no existan seguidores”. Ni que decir tiene que nada hay de reprochable en tales dinámicas, siempre que no se utilice la presión ni la imposición, limitándose a simples proposiciones desde la libertad.

Al buscar informaciones sobre acuarela a través de Internet, se constata la presencia de una cada vez más larga lista de acuarelistas expertos, que ofrecen cursos de iniciación o de carácter más avanzado, tanto a nivel nacional como internacional,  en algún caso con una regularidad y variedad tal de escenarios -incluso intercontinentales-, que sugiere la existencia de una organización subyacente profesionalizada, capaz de ofrecer soluciones a todo tipo de problemas, también los de carácter logístico, como alojamiento o transporte. Es el caso de ciertos acuarelistas de renombre mediático, que siguen el modelo de los grandes artistas del rock, con sus Tours y giras internacionales.

En otras ocasiones se realizan actividades con un fuerte componente de espectáculo, como así ocurre en algunas colaboraciones entre acuarelistas que pintan de forma simultánea una misma obra, en general de gran formato. Son auténticos performances, demostrando una pasmosa compenetración y sin ninguna duda, grandes dosis de experiencia pictórica. Con ello se cumplen con creces nuevos objetivos, de carácter lúdico y de entretenimiento.  

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Al analizar con más profundidad y rigor tales modos de pintar, concretamente los realizados en el transcurso de aquellas sesiones que se ha venido en denominar de modo genérico como masterclass, se advierten algunos planteamientos con componentes espurios, exhibicionistas y efectistas, que en cierta manera resultan necesarios para conseguir unos resultados que sean vistosos, lo que obliga a cierta astucia, artificio o sobreactuación, rasgos que no pueden ser considerados como deseables para una creación sincera y mínimamente seria.

De igual modo que ocurre con otras parcelas de nuestra conducta, la repetición de unos determinados tipos de actos conduce inevitablemente a unas actitudes. También en el terreno pictórico. Tengo la impresión de que las formas de actividad artística antes descritas tienden a producir, quizás inconscientemente, unos rasgos estilísticos que pueden marcar de modo indeleble la producción espontánea del artista, aquella que realiza en el silencio de su estudio, con toda la concentración mental y la libertad propia de quien no se siente observado.

Esta opinión no contradice el hecho de que en ciertos casos concretos puedan producirse verdaderos beneficios con tal tipo de influencias.

Con todo,  mantengo una cierta reserva y considero que dichas experiencias no están exentas de peligros potenciales. Porque en ellas se sobrevaloran todo tipo de recurso fácil, el trazo grueso y desenfadado, una forma de arrogancia permisiva que exalta la espontaneidad, que no tiene por qué ser necesariamente siempre acertada, a la vez que se muestra indulgente con cualquier defecto constructivo, de pincelación o de la armonía.

Sean, pues, bienvenidos toda clase de Cursos, Encuentros, Jornadas y Simposios, así como también toda clase de demostraciones prácticas de los llamados expertos. Sin ninguna duda, van a servir de acicate a todos aquellos compañeros recién iniciados y también a todos cuantos sientan necesidad de avanzar en su práctica acuarelista.

Aprendamos de ellos todos los elementos positivos que seamos capaces de encontrar, hasta el propio método de conseguir con regularidad unos resultados aceptables. Pero no dejemos de permanecer alerta ante aquellos riesgos potenciales que se han insinuado, principalmente para aquellos artistas que realizan dichas actividades con una cierta frecuencia.  

jueves, 1 de mayo de 2014

¿Qué hace una persona como tú en un sitio como este?

Siguiendo las previsiones del último post, éste es el contenido del primer tema que se desarrolló en las Jornadas de Acuarela de Priego. Tal vez fuera mejor haber fragmentado el texto, pero de este modo es más completo.

“¿QUÉ HACE UNA PERSONA COMO TÚ EN UN SITIO COMO ÉSTE?”
¿Por qué pinto, por qué pinto esto, por qué pinto esto así?


¿POR QUÉ PINTO?

Ésta es la primera gran pregunta que debería hacerse todo artista y que demasiadas veces ni nos la llegamos a plantear nunca. La respuesta a esa pregunta nos puede aclarar bastantes cosas y anticipar algunas otras.

A pesar de su incomodidad, os invito amablemente no solamente a que os la hagáis, sino también a que tratéis de responderla, no necesariamente de forma incmediata.

Conviene hacerlo sin prisas ni ansiedad, con calma y serenidad, puesto que no siempre será fácil la respuesta.

También sin miedo, ya que siempre estaremos a tiempo de modificar la posición y si es necesario matizarla tras aportar nuevos elementos de juicio. Casi todo es modificable, incluso al hablar de una técnica como la acuarela, que desde siempre se ha asociado con la dificultad o imposibilidad de corregir errores, que como ya sabéis los más expertos, no es del todo cierto.

Como es lógico, convendrá hacerla con toda la sinceridad posible y con la máxima seriedad, evitando respuestas triviales, como puedan ser “porque me apetecía”, “porque lo pasamos bien”, “porque es la única afición que tengo”, etc.

Evitando la tentación de la superficialidad, que nos suele mover a cierta condescendencia, a menudo útil para resistir contratiempos iniciales. También un exceso de rigorismo que supone plantear el dilema como una cuestión trascendental, de vida o muerte, con tensión difícil de mantener durante mucho tiempo.

Si al pensar sobre el tema surge la percepción de que el deseo de pintar obedece a verdadera necesidad interior,  os podéis considerar privilegiados.

Otras veces puede ser menos radical, quizá solamente la percepción de tener una evidente aptitud estética y plástica, facilidad para el dibujo, combinar colores, etc. Tal sentimiento  tampoco es poca cosa, especialmente en los tiempos actuales, poco proclives a la lírica.

Constatar vivencias positivas durante el ejercicio de la actividad pictórica o más aun, a la vista de los resultados obtenidos, constituyen indicios favorables. En este punto debemos  desligar aquellos aspectos que tienen que ver con la simple sociabilidad o afinidad hacia el grupo con el que se pinta.

Otras veces será el hecho objetivo de haber cursado estudios artísticos, tal vez universitarios, lo que supone haber adquirido ya una profesionalidad, la más reglamentaria posible, en cuyo caso únicamente cabe plantearse la pregunta a modo de confirmación, actualización.

 “A quien pinta algo le pasa”. Desconozco de quien fue la ocurrencia, que no es sino caricatura de una realidad, que la actividad artística siempre ha sido siempre una dedicación algo especial, llena de misterio. Tal observación está apoyada por los rasgos y comportamientos personales de los artistas más famosos, casi siempre poco convencionales. Como la actitud que ha dado pie a la expresión pintar por amor al arte, que alguna realidad debe contener.

La tendencia a la originalidad o hacia las actitudes excéntricas, no dejan de ser un simple cliché adjudicado a los artistas, por lo que no parece tratarse de una condición necesaria. Con seguridad resulta más decisiva la inquietud, el ánimo creativo, cierta revisión permanente de la realidad, tendencia a la novedad,  que no ha de ser forzosamente transgresora.
***
Una vez percatados de que tenemos motivos razonables para pintar, siempre estamos en condiciones de acrecentarlos, desarrollando nuevas capacidades, lo que puede obtenerse de diversas formas:

-con la lectura o el estudio de temas relacionados con el arte.
-con la simple observación, como pueden ser visitas a museos y exposiciones de arte.
-ejercitando conscientemente la búsqueda de los colores, tratar de descubrirlos en cualquier momento, sea cual sea el lugar que contemplamos, los verdes del parque, la arena de una playa o el interior de un edificio, etc.
-cultivando inquietudes abiertas a la novedad, planteándose dificultades progresivas y retos nuevos, bien sea en cuanto a temas cultivados, tamaños, colores de nuestra paleta, etc.
-cultivando otras artes, como pueden ser la fotografía, el cine, la literatura, la música, etc. que no dejan de tener muchos puntos en común con la pintura.  

¿POR QUÉ PINTO ESTO?

También es conveniente plantearse los motivos por los que pintamos unos temas y no otros.

En primer lugar tendemos a pintar las cosas que vemos, las que tenemos alrededor nuestro, que tienen la ventaja de sernos más conocidas y familiares, con las que inevitablemente se acaba estableciendo vínculos emocionales.

También podemos pintar todo aquello que nos gusta, lo que nos permite experimentar ya un cierto goce durante el propio proceso pictórico. O lo que nos conmueve, lo que nos despierta emociones diversas, como pueden ser la nostalgia, la ternura, el amor. Y como contraposición, también lo que es capaz de producirnos alguna perturbación, ira, rabia, etc.
Otras veces puede ser aquellos temas que gustan más a nuestros familiares y amigos, con lo que obtenemos su aprobación, siempre gratificante, como también un mayor o menor grado de éxito social, que permite ser compartido con los demás.

A nivel profesional podríamos añadir lo que se vende mejor. Es bien conocida aquella frase que sirve para distinguir a los auténticos artistas, que venden lo que pintan, de los que no lo son, que pintan lo que venden. Aunque tampoco sea necesario adoptar actitudes tan radicales como las de un amigo que si vendía con facilidad alguno de los temas que pintaba, procuraba no pintarlos más, porque entendía que algo nocivo debían contener dichas obras.  Y se trata de un gran acuarelista catalán.

La repetición continua de obras o temáticas muy similares no suele ser enriquecedora, salvo de forma transitoria durante la fase de formación y estudio mediante ejercicios.

En principio, es recomendable una diversificación progresiva en cuanto a temas. De tal modo se alcanza una experiencia más amplia y mayor dominio de las gamas cromáticas, que siempre serán más distintas  entre una marina y un paisaje que entre dos interiores, por ejemplo.    

También es verdad que resulta útil cierto grado de especialización, o dicho de otra manera, una razonable repetición de temáticas parecidas entre sí, porque supone cierta profundización en el tratamiento técnico, valorado como un signo de profesionalidad. Tal ocurre en las series, como suelen cultivar habitualmente numerosos artistas de primera línea.
Siempre es deseable observar una cierta coherencia en los planteamientos de cada artista, de modo que puedan compatibilizarse variedad de obras con cierto rigor intelectual.
En general se espera que la obra de un artista serio muestre algún signo de evolución estética,  bien sea por temática, lenguaje, tratamiento técnico, evolución que suele constar de una fase inicial  ascendente y otra final decadente, de inclinaciones distintas para cada artista.

Si al valorar el conjunto de la obra de un artista,  se consiguen reconocer épocas o rasgos de la propia trayectoria existencial personal, a través de huellas que imperceptiblemente se van dejando, podremos concluir que el trabajo ha sido plenamente satisfactorio.

¿POR QUÉ PINTO ESTO ASÍ?

Esta pregunta tiene una estrecha relación con la anterior, formando un tándem crucial para nuestros futuros pasos artísticos.

A nivel personal es la pregunta que me atrae más, por los múltiples interrogantes que es capaz de suscitar al observador externo. Nada me gustaría tanto como ser capaz de construir un test que permitiera la aproximación objetiva al misterio escondido en la mente de cada individuo, en virtud del cual responde a la provocación pictórica con uno u otro lenguaje. No por ningún deseo de controlar a nadie, sino simplemente ayudar a encontrarse con lo auténtico.

Para que pueda darse una efectiva elección libre entre diferentes formas de pintar se necesita disponer de un determinado nivel de conocimientos, al que se puede acceder de múltiples formas,  bien a través de libros, conversaciones con otros artistas u cualquier otro método que nos permita enfrentarnos a diferentes opciones. 

En cierto modo podríamos decir que se pinta como se es, con todas nuestras mejores virtudes y con aquellos defectos que podamos tener. Si se pinta con naturalidad, aun sin pretenderlo, se verán reflejados en nuestra pintura rasgos de nuestro carácter, talante, temperamento, desde el equilibrio hasta nuestra propia inestabilidad. En tal sentido es posible que algún tipo de test psicológico pueda ayudar a encaminarnos hacia una respuesta acertada o aproximada.

Para ello habría de indagarse con todo respeto nuestras preferencias personales alrededor de temas contrapuestos, como algunos de los que se plantean a continuación:

Figuración vs no figuración.
Necesidad de descripción vs sentido y concepto.
Predilección por las formas concretas o por las ideas abstractas.
Prioridad de lo objetivo o de lo subjetivo.
Preocupación por la forma o por la emoción.
Alta resolución descriptiva, detallismo o  síntesis.
Sensualidad o moderación.
Corporeidad vs inmaterialidad.
Opción por la línea o por la mancha.
Formas geométricas o formas biológicas.
Preocupación por el volumen o por la superficie plana.
Opción lumínica o no lumínica, de menor contraste.
Opción colorista o no colorista, más agrisada.
Preferencia por el equilibrio o por la tensión.
Preferencia de la armonía o de la disarmonía.
Afinidad por lo proporcionado o por la deformidad.
Respeto por el canon clásico y punto áureo o ruptura con ellos.
Conformismo o transgresión.
Regularidad en el trazo vs gestualidad.
Previsibilidad vs sorpresa y aleatoriedad.
Regularidad temática vs polimorfismo justificado.
Opción por el paisaje exterior o por la introspección.

En función de los resultados obtenidos podrían anticiparse los lenguajes plásticos adecuados para cada artista, su ismo personal. Posiciones próximas a la abstracción, al realismo, hiperrealismo, luminismo, impresionismo, expresionismo, minimalismo, etc.


Entretanto, mientras no se consiga un test predictivo eficaz, nos conformaremos con practicar el antiguo consejo:  Nosce te ipsum, conócete a ti mismo. Sin desasosiego ni obsesión.

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