sábado, 10 de mayo de 2014

Sobre cursos, encuentros y clases magistrales


Desde hace algún tiempo vengo observando una proliferación creciente de encuentros, cursos, jornadas, fines de semana, simposios, etc. todos ellos centrados en la acuarela, promovidos tanto desde los ambientes propios de las agrupaciones o sus inmediaciones como de múltiples iniciativas personales de algunos acuarelistas, en general los más expertos, inquietos y dinámicos, que son los capaces de movilizar las voluntades de otros muchos practicantes de la acuarela, siempre ávidos de alcanzar nuevos conocimientos y vivir nuevas experiencias.

Son tantos proyectos y tan diferentes entre sí que no pueden obedecer a una estrategia única, aunque todos tengan como denominador común el interés por el aprendizaje de tal técnica artística.

En la mayor parte de convocatorias institucionales hechas desde las propias Agrupaciones se trata simplemente de dar cumplimiento a uno de los objetivos que todas ellas comparten, escritos en sus estatutos, como es la promoción de la acuarela entre los socios y personas afines.

En el caso de las iniciativas meramente individuales, no es sino una nueva forma más, muy noble por cierto, de intentar obtener del ejercicio profesional algún tipo de beneficio, también económico, especialmente en unos tiempos de enfriamiento de la actividad ligada a galerías y exposiciones, dado el notable descenso en las ventas de cuadros.

Tales iniciativas son siempre dignas de alabanza, porque enseñar siempre ha sido y será algo hermoso. Siempre son de agradecer las dosis de altruismo y de generosidad que todas ellas contienen, en mayor o menor grado.

Dichas actividades llevan consigo una capacidad de influencia que constituye un valor añadido al proceso pedagógico. Ello es así porque los receptores quizás adoptarán algunos de los modos de hacer de quien les dirige, con lo cual se expande en mayor o menor intensidad la resonancia del docente, tanto en lo concerniente a su modelo estético y lenguaje como en la subsiguiente popularidad. Con razón se ha dicho que “no existen maestros mientras no existan seguidores”. Ni que decir tiene que nada hay de reprochable en tales dinámicas, siempre que no se utilice la presión ni la imposición, limitándose a simples proposiciones desde la libertad.

Al buscar informaciones sobre acuarela a través de Internet, se constata la presencia de una cada vez más larga lista de acuarelistas expertos, que ofrecen cursos de iniciación o de carácter más avanzado, tanto a nivel nacional como internacional,  en algún caso con una regularidad y variedad tal de escenarios -incluso intercontinentales-, que sugiere la existencia de una organización subyacente profesionalizada, capaz de ofrecer soluciones a todo tipo de problemas, también los de carácter logístico, como alojamiento o transporte. Es el caso de ciertos acuarelistas de renombre mediático, que siguen el modelo de los grandes artistas del rock, con sus Tours y giras internacionales.

En otras ocasiones se realizan actividades con un fuerte componente de espectáculo, como así ocurre en algunas colaboraciones entre acuarelistas que pintan de forma simultánea una misma obra, en general de gran formato. Son auténticos performances, demostrando una pasmosa compenetración y sin ninguna duda, grandes dosis de experiencia pictórica. Con ello se cumplen con creces nuevos objetivos, de carácter lúdico y de entretenimiento.  

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Al analizar con más profundidad y rigor tales modos de pintar, concretamente los realizados en el transcurso de aquellas sesiones que se ha venido en denominar de modo genérico como masterclass, se advierten algunos planteamientos con componentes espurios, exhibicionistas y efectistas, que en cierta manera resultan necesarios para conseguir unos resultados que sean vistosos, lo que obliga a cierta astucia, artificio o sobreactuación, rasgos que no pueden ser considerados como deseables para una creación sincera y mínimamente seria.

De igual modo que ocurre con otras parcelas de nuestra conducta, la repetición de unos determinados tipos de actos conduce inevitablemente a unas actitudes. También en el terreno pictórico. Tengo la impresión de que las formas de actividad artística antes descritas tienden a producir, quizás inconscientemente, unos rasgos estilísticos que pueden marcar de modo indeleble la producción espontánea del artista, aquella que realiza en el silencio de su estudio, con toda la concentración mental y la libertad propia de quien no se siente observado.

Esta opinión no contradice el hecho de que en ciertos casos concretos puedan producirse verdaderos beneficios con tal tipo de influencias.

Con todo,  mantengo una cierta reserva y considero que dichas experiencias no están exentas de peligros potenciales. Porque en ellas se sobrevaloran todo tipo de recurso fácil, el trazo grueso y desenfadado, una forma de arrogancia permisiva que exalta la espontaneidad, que no tiene por qué ser necesariamente siempre acertada, a la vez que se muestra indulgente con cualquier defecto constructivo, de pincelación o de la armonía.

Sean, pues, bienvenidos toda clase de Cursos, Encuentros, Jornadas y Simposios, así como también toda clase de demostraciones prácticas de los llamados expertos. Sin ninguna duda, van a servir de acicate a todos aquellos compañeros recién iniciados y también a todos cuantos sientan necesidad de avanzar en su práctica acuarelista.

Aprendamos de ellos todos los elementos positivos que seamos capaces de encontrar, hasta el propio método de conseguir con regularidad unos resultados aceptables. Pero no dejemos de permanecer alerta ante aquellos riesgos potenciales que se han insinuado, principalmente para aquellos artistas que realizan dichas actividades con una cierta frecuencia.  

3 comentarios:

  1. Poco que añadir a tus reflexiones, admirado Laurentino. Y nada que rebatir. Creo que reflejas muy bien el carácter y valor de estas actividades, siempre bienvenidas que, como indicas, pueden acabar teniendo ciertos peligros en casos muy concretos.
    Como docente, tiendo a relativizar la capacidad de influencia que el maestro puede acabar ejerciendo sobre tan ocasionales y efímeros discípulos, como es el caso, aunque ver pintar a quien sabe hacerlo puede ser algo muy revelador y estimulante. Siempre queda algo. Yo he visto al maestro Requena pintar dos acuarelones maravillosos y nunca he conseguido hacer un cielo similar. Aunque regresé a casa convencido de tener la fórmula. No es posible aprender a tocar el violín asistiendo a una conferencia. Ni a mil. Pero en ellas se pueden recibir enseñanzas que favorezcan tu propio aprendizaje mediante el ejercicio, el estudio y la práctica. también es bueno que así sea. Es bueno que las frandes cosas requieran esfuerzo.
    Cuando la enseñanza de algo deviene en espectáculo y magia, inevitablemente se va transformando en otra cosa. La necesidad de sorprender, de dar fórmulas infalibles, de resumir en un tiempo muy corto lo que el pintor ha aprendido en una vida de práctica, estudio, pruebas, errores, hasta dar con algo valioso y personal ya condiciona mucho el contenido, desarrollo y puesta en escena de estos eventos. Y me refiero a estas convocatorias internacionales en paradisíacos lugares, impartidas por pintores que se van convirtiendo en gurús del oficio. Muchos de ellos son pintores geniales. Otros no tanto. Pero en ningún caso creo que en estos concilios aparezca ( y menos que nazca) lo mejor de su producción. Nada más lejos de la realidad. En muchos casos será algo perjudicial para la pintura del maestro, reducida a dos o tres temas eternamente repetidos, algo que no es malo en principio, pero que se repiten no para mejorar un tema querido, sino para dar ocasión a lucirse con tal manierismo de recursos y efectos, deslumbrar con lo seguro, alejándose de todo riesgo ante tan nutrida concurrencia. También es cierto que será beneficioso para su economía, algo legítimo y que me alegra, pues bueno es que alguien sea capaz de vivir de esto, algo que no reprochamos a millonarias figuras de otros ámbitos menos nobles, creativos y valiosos. En la televisión, fuente de todo peligro, hay abundantes ejemplos. Algunos rozando lo insoportable.
    Bueno, veo que me extiendo en demasía, algo no raro en mi. Ni en si bemol.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Voy a tener que ir a hacérmelo ver. O mi cerebro en general (o en teniente coronel al menos) o mi estilo literario. Releo lo escrito y me sonrojo con el inicio: "Poco hay que añadir...". De todas formas, veo que en realidad no he añadido nada, son glosas sobre lo ya dicho por ti acertadamente, capaz de sintetizar pintando y escribiendo. En esto también tengo mucho que aprender de ti.
    Otro abrazo.

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  3. Siempre son de agradecer comentarios como el tuyo, reflejando coincidencias en la idea básica que uno trata de desarrollar, teniendo en cuenta tu larga experiencia como docente y tu indiscutible sagacidad a la hora de valorar las artes en general y la acuarela en particular. Debo decir que prácticamente suscribo de pe a pa cuanto dices en tu mensaje. Los dos compartimos cierta neutralidad, la que nos confiere estar fuera de la arena en la que se baten con dificultad muchos acuarelistas que son amigos nuestros. Nos alegramos por ellos, por cada una de sus oportunidades, pero a la vez alertamos del riesgo. Tal vez nos puedan replicar que son bien conscientes, y que por lo tanto no son necesarias tales reflexiones. En este punto tocan mi aguijón particular, porque a menudo acuden a mi mente reparos en tal sentido, la oportunidad de pensar en voz alta, sin tener autoridad alguna ni haberme pedido nadie parecer. Es probable que tengan razón, lo que sería algo así como una enmienda a la totalidad, una invitación al silencio… Gracias por tu atención, amigo Pepe.

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