miércoles, 27 de marzo de 2013

De equiparaciones y adicciones

Como todos sabéis, es ya muy larga la historia reivindicativa del deseo manifestado por tantos acuarelistas en el sentido de alcanzar una equiparación satisfactoria respecto a las obras realizadas con otras técnicas, singularmente con el óleo, aunque parece lejana la consecución de tales objetivos, en parte debido a prejuicios de  muchos años de duración que en buena medida se han fundamentado sobre datos erróneos o muy discutibles.

Es justo reconocer que en algunos ambientes la Acuarela ha estado considerada, y aun lo sigue estando en la actualidad, como una variedad de arte menor.  A ello contribuyen toda una serie de factores de distintos tipos, como los siguientes:

·        La inferioridad aparente debida a un soporte más frágil, papel versus lienzo o tablero de madera.

·        El simple manchado del papel frente a la riqueza generada por la amplia variedad de grosores que permiten los empastados de pigmentos al óleo o médiums acrílicos.

·        La servidumbre sugerida por la necesidad de adecuada protección mediante cristal.

·         Los tamaños utilizados, relativamente pequeños salvo en contadas obras y pintores.

·        La constatación de un evidente  apoyo constructivo por parte del dibujo subyacente, a base de grafito, carbón o tintas, que algunos entienden como una especie de muletas para la propia pintura.

·       La realidad incuestionable de que a lo largo de la historia del arte, algunos grandes artistas han usado la acuarela para la realización de bocetos previos a obras al óleo.

Todos estos factores y otros que seguramente podríais añadir a la lista,  jugarían en contra nuestra, puesto que no hacen sino mostrar una indiscutible superioridad de  procedimientos antes citados.

Si bien se mira,  todos estos factores diferenciales que hemos reseñados  son de carácter muy secundario, especialmente comparados con otros de mayor relevancia, como son el concepto pictórico, el propio lenguaje plástico utilizado y el auténtico contenido de las obras sujeto de comparación.

Lamentablemente, opiniones de este tipo son compartidas también por algunos galeristas, que en ocasiones muestran un indisimulado desprecio hacia la pintura a la acuarela, lo que por regla general obedece a una simple adaptación comercial hacia las preferencias mostradas previamente hacia las técnicas matéricas por parte de sus propios clientes, los compradores y coleccionistas de arte.
Es justo reconocer, sin embargo, que la sucesiva mejora en la valoración de la obra sobre papel que se va advirtiendo en ciertas sociedades avanzadas como la norteamericana, alemana y en los países nórdicos, está provocando cierta revisión de las posiciones. 

En un sentido contrario, el menor coste promedio de la obra sobre papel, como la acuarela, puede por sí mismo un elemento positivo para los galerías de Arte, ya que permite ampliar el rango económico de los potenciales compradores.
***
Por el lado de los propios artistas, no hay que ocultar que algunos no se sienten cómodos con la etiqueta  de acuarelistas, porque la consideran peyorativa, prefiriendo el término de artistas o pintores, llegando en algún caso, como el del prestigioso artista Jesús Lozano Saorín, a elevar protestas  formales incluso ante la RAE, con objeto de modificar las terminologías usadas. Al parecer, estos compañeros verían cierta disociación entre los dos términos, artista pintor y acuarelista, resultando discriminador el segundo término, con lo cual seguiría perpetuándose su inferioridad.

No soy quien para juzgar el realismo objetivo de tal posición, sí que las considero en cierto modo exageradas, especialmente si tenemos en cuenta la dificultad de demostrar con claridad el carácter excluyente de ambas denominaciones, que miradas desapasionadamente tan solo serían de carácter formal más que de contenido, por tanto no demasiado relevante.
Si lo analizamos con rigor no podemos tampoco dejar de lado aspectos tales como los grados de complejidad distintos de cada técnica, que repercuten automáticamente en los tiempos necesarios para la ejecución de la obra. En tal sentido, lo propio de la acuarela es una cierta inmediatez, siendo excepcionales los casos de un grado tal de detallismo que requiera largos períodos de tiempo para llevarlos a cabo.

Visto así, si sumamos un menor tiempo de ejecución, un menor consumo de pigmentos, con costes consiguientemente menores, la gratuidad del agua respecto a médiums y sustancias disolventes usadas en otras técnicas, el resultado final ha de ser una obligada inferioridad en el precio de la obra acabada con respecto a las obras acrílicas o al óleo, a igualdad de tamaños.
***
Sin ninguna duda, y ésta ha sido el primum movens de esta iniciativa, es una tarea de todos el conseguir una objetiva mejoría en cuanto al nivel artístico de las obras producidas, si se desea  andar en la dirección adecuada.

Aunque tampoco se trata de caer en el falso espejismo derivado del simple formato, puesto que es cierto que no necesariamente una acuarela grande es una gran acuarela, como solía recordar Domingo Benito, excelente acuarelista y amigo, sí que pienso que es una actitud positiva el planteamiento de nuevos retos, tratando de vencer las dificultades añadidas que siempre supone la ejecución de obras de tamaños superiores a los habitualmente usados.
Este esfuerzo mantenido en la propia superación es el que antes o después consigue una mejoría en los resultados, con lo cual se está en mejores condiciones de pedir una adecuada equiparación  respecto a las demás técnicas.

***
A pesar de cuanto llevo dicho, estoy plenamente convencido de que incluso si se demostraran veraces todos los argumentos contrarios a la técnica que cultivamos, lo seguiríamos haciendo contra viento y marea.
No tengo datos para apoyar la hipótesis de quienes sostienen que perteneceríamos a una especie de sociedad próxima a las consideradas secretas, que sería el elemento diferenciador, lo que explicaría el distinto comportamiento asociativo respecto a otras técnicas pictóricas
Más bien tengo la convicción absoluta de que los verdaderos motivos son otros, mucho más elementales y diáfanos, los consustanciales con la propia técnica, algunos de los cuales  ya fueron objeto de comentario en algún post anterior.
La simultánea complejidad y sencillez de la técnica, su intrínseca espontaneidad, la simplicidad rayana en el minimalismo y la universalmente reconocida dificultad de ejecución, en relación con factores que escapan a nuestro control y agravados por apariencia de irreversibilidad, conformando todo un conjunto altamente provocador,  singularmente atractivo, que nunca carece de imprevisibilidad y una buena dosis de suspense respecto al resultado final, de lo que deriva necesariamente una adicción difícil de superar.
 
Los especiales lazos de compañerismo generados entre quienes compartimos este tipo de técnica artística, no parece que sean suficientemente específicos para justificar diferencias significativas respecto a otras técnicas pictóricas, ni siquiera con cualquier otro tipo de actividad en grupo o asociativa.
***