Desde hace algún tiempo vengo
observando una proliferación creciente de encuentros, cursos, jornadas, fines
de semana, simposios, etc. todos ellos centrados en la acuarela, promovidos
tanto desde los ambientes propios de las agrupaciones o sus inmediaciones como
de múltiples iniciativas personales de algunos acuarelistas, en general los más
expertos, inquietos y dinámicos, que son los capaces de movilizar las voluntades de otros muchos practicantes de la acuarela, siempre ávidos de alcanzar
nuevos conocimientos y vivir nuevas experiencias.
Son tantos proyectos y tan diferentes entre
sí que no pueden obedecer a una estrategia única, aunque todos tengan como
denominador común el interés por el aprendizaje de tal técnica artística.
En la mayor parte de convocatorias institucionales hechas desde las propias Agrupaciones se trata
simplemente de dar cumplimiento a uno de los objetivos que todas ellas comparten, escritos en sus estatutos, como es la promoción de la acuarela entre
los socios y personas afines.
En el caso de las iniciativas
meramente individuales, no es sino una nueva forma más, muy noble por cierto,
de intentar obtener del ejercicio profesional algún tipo de beneficio, también económico,
especialmente en unos tiempos de enfriamiento de la actividad ligada a galerías
y exposiciones, dado el notable descenso en las ventas de cuadros.
Tales iniciativas son siempre
dignas de alabanza, porque enseñar siempre ha sido y será algo hermoso. Siempre son de agradecer las dosis de altruismo y de generosidad que todas ellas contienen, en mayor o menor grado.
Dichas actividades llevan consigo una capacidad de influencia que constituye un valor añadido al proceso
pedagógico. Ello es así porque los receptores quizás adoptarán algunos de los
modos de hacer de quien les dirige, con lo cual se expande en mayor o menor
intensidad la resonancia del docente, tanto en lo concerniente a su
modelo estético y lenguaje como en la subsiguiente popularidad. Con razón se ha
dicho que “no existen maestros mientras
no existan seguidores”. Ni que decir tiene que nada hay de reprochable en
tales dinámicas, siempre que no se utilice la presión ni la imposición,
limitándose a simples proposiciones desde la libertad.
Al buscar informaciones sobre
acuarela a través de Internet, se constata la presencia de una cada vez más
larga lista de acuarelistas expertos, que ofrecen cursos de iniciación o de
carácter más avanzado, tanto a nivel nacional como internacional, en algún caso con una regularidad y variedad tal
de escenarios -incluso intercontinentales-, que sugiere la existencia de una
organización subyacente profesionalizada, capaz de ofrecer soluciones a todo
tipo de problemas, también los de carácter logístico, como alojamiento o transporte. Es el caso de ciertos acuarelistas de renombre mediático, que
siguen el modelo de los grandes artistas del rock, con sus Tours y giras internacionales.
En otras ocasiones se realizan
actividades con un fuerte componente de espectáculo, como así ocurre en algunas colaboraciones
entre acuarelistas que pintan de forma simultánea una misma obra, en general de
gran formato. Son auténticos performances,
demostrando una pasmosa compenetración y sin ninguna duda, grandes dosis de
experiencia pictórica. Con ello se cumplen con creces nuevos objetivos, de
carácter lúdico y de entretenimiento.
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Al analizar con más profundidad y
rigor tales modos de pintar, concretamente los realizados en el transcurso de
aquellas sesiones que se ha venido en denominar de modo genérico como masterclass, se advierten algunos
planteamientos con componentes espurios, exhibicionistas y efectistas, que en
cierta manera resultan necesarios para conseguir unos resultados que sean
vistosos, lo que obliga a cierta
astucia, artificio o sobreactuación, rasgos que no pueden ser considerados como
deseables para una creación sincera y mínimamente seria.
De igual modo que ocurre con
otras parcelas de nuestra conducta, la repetición de unos determinados tipos de
actos conduce inevitablemente a unas actitudes. También en el terreno
pictórico. Tengo la impresión de que las formas de actividad artística antes
descritas tienden a producir, quizás inconscientemente, unos rasgos
estilísticos que pueden marcar de modo indeleble la producción espontánea del
artista, aquella que realiza en el silencio de su estudio, con toda la
concentración mental y la libertad propia de quien no se siente observado.
Esta opinión no contradice el
hecho de que en ciertos casos concretos puedan producirse verdaderos beneficios
con tal tipo de influencias.
Con todo, mantengo una cierta reserva y considero que dichas
experiencias no están exentas de peligros potenciales. Porque en ellas se
sobrevaloran todo tipo de recurso fácil, el trazo grueso y desenfadado, una forma
de arrogancia permisiva que exalta la espontaneidad, que no tiene por qué ser
necesariamente siempre acertada, a la vez que se muestra indulgente con
cualquier defecto constructivo, de pincelación o de la armonía.
Sean, pues, bienvenidos toda
clase de Cursos, Encuentros, Jornadas y Simposios, así como también toda clase
de demostraciones prácticas de los llamados expertos. Sin ninguna duda, van a
servir de acicate a todos aquellos compañeros recién iniciados y también a todos cuantos sientan necesidad de avanzar en su práctica acuarelista.
Aprendamos de ellos todos los
elementos positivos que seamos capaces de encontrar, hasta el propio método de conseguir
con regularidad unos resultados aceptables. Pero no dejemos de permanecer alerta
ante aquellos riesgos potenciales que se han insinuado, principalmente para
aquellos artistas que realizan dichas actividades con una cierta frecuencia.