Todos somos conscientes del creciente impacto que las
modernas tecnologías operan sobre nuestros diarios hábitos de vida. La evolución
imparable de los ordenadores, provistos de unos procesadores cada vez más
rápidos, paralela a la de sus sistemas operativos, posibilitan el uso de
programas y aplicaciones que cubren cualquier parcela de nuestra actividad,
tanto laboral como de entretenimiento.
Con cierta frecuencia los artistas, en cuanto seres con unos
valores diferentes a los meramente prácticos y utilitaristas, a menudo reacios
al uso racional de nuestra mente, más proclives a un tipo de pensamiento mítico
o mágico, a experiencias próximas a lo esotérico y a cierto grado de
transgresión o desvarío, hemos mirado con recelo los progresos tecnológicos,
con actitud de desconfianza, pereza o envidia.
También es cierto que en muchas otras ocasiones no ha sido así,
especialmente entre los artistas que se dedican al diseño gráfico y a la
ilustración, cuyo reconocimiento público es proporcional a su introducción en
los medios de comunicación, que siempre han ido a la par de la tecnología
audiovisual más puntera, liderada por Apple en el ámbito informático.
En cualquier caso, la avasalladora generalización del
ordenador y de los infinitos gadgets que se mueven alrededor de la
telecomunicación, pantallas planas y
tablets, han facilitado de un modo absoluto nuestra comunicación actual, con
una celeridad que hubiera sido imposible de prever hasta hace muy pocos años.
Aparte del impacto sobre la comunicación directa, también el
acceso a internet y a sus fuentes informativas, prácticamente ilimitadas, nos
abre un potencial inimaginable de actividades.
Si nos armamos de suficiente dosis de paciencia, si tiramos
acertadamente de los hilos que van apareciendo sucesivamente ante nosotros en
nuestro proceso de búsqueda, tendremos acceso a un sinfín de datos, como pueden
ser las distintas maneras de entender la pintura -la acuarela en nuestro caso-,
de tantos artistas diseminados por todo el mundo. Podemos así observar sus
modos de hacer, lo que nos permitirá adoptar aquellos aspectos técnicos de su
interpretación pictórica que nos resulten especialmente interesantes. Será más
fácil si ya se dispone de cierta experiencia, porque nos permite intuir mejor las
dificultades concretas que han debido vencer en cada caso tales artistas.
Por mi parte no encuentro ninguna objeción especial que
oponer a tales métodos de acceso al conocimiento. Tal vez sí que pueda haberla
en caso de limitarse exclusivamente a copiar con el máximo detalle los
procedimientos, temáticas y formas de composición que muestren rasgos muy específicos,
a los que no se accede sin una excesiva dosis de oportunismo o de impostura.
La disponibilidad total y la rapidez en el intercambio de
experiencias, prácticamente inmediata en la actualidad, constituye un progreso
revolucionario. La capacidad de colaboración mutua entre artistas de diferentes
países, compartiendo disciplinas idénticas o complementarias, son aperturas
hacia nuevas posibilidades en el futuro, quizás más apropiadas en los ámbitos del
diseño - que permite un mayor trabajo en equipo- que en la producción pictórica
propiamente dicha, más individualista y personal.
Formas parecidas de colaboración ya se han llevado a cabo
entre otros tipos de artistas, como por ejemplo los músicos, compartiendo programas
secuenciadores y ficheros de audio.
Comentario aparte merece el mundo de la edición de imagen, de
la que posiblemente muchos de vosotros seáis ya grandes expertos. Como secuela
inevitable de la fotografía digital han ido apareciendo multitud de programas editores,
entre los que ya desde sus comienzos destacó el conocido Photoshop. Todos ellos
disponen de interminables colecciones de plantillas, listas de parches,
filtros, pluggins, etc. que permiten cualquier posibilidad de expresión
gráfica.
En mi opinión, todavía no hemos tomado conciencia de las potencialidades
que se abren ante los estudiantes de
arte en cuanto al desarrollo de su proceso creativo personal.
La simulación de determinados lenguajes, la aplicación de
deformaciones buscadas con toda intención, la adición de texturas, así como las
infinitas modificaciones cromáticas que tenemos al alcance de un simple clic
del ratón, permiten una interminable cadena de propuestas que solamente esperan
la suficiente capacidad intelectual para seleccionarlas y cierta eficiencia en la
gestión del tiempo, este material tan imponderable como valioso.
Poder guardar fácilmente los resultados parciales
convincentes obtenidos a lo largo de cada proceso nos permitirá su posterior consulta,
así como reflexionar sobre ellos para consolidar los hitos del camino que hemos
recorrido. Todo ello sin ningún consumo de material, soporte ni pigmento, que siempre
son costosos. El avance potencial puede ser considerable. Es lógico que con posterioridad, o previsiblemente de
forma simultánea, habrán de transferirse
todas las experiencias y descubrimientos hacia los soportes físicos utilizados
habitualmente, con la técnica que juzguemos más apropiada, que en nuestro caso
será la acuarela.
Todos los argumentos esgrimidos constituyen poderosos
motivos para defender el uso de este arsenal que el progreso ha puesto a
nuestro alcance, que si se sabe usar con cierta pericia nos abrirá nuevas
puertas a nuevos espacios, tanto en el plano individual como en el colectivo,
sin que tenga por qué interferir negativamente en nuestro más íntimo proceso creativo artístico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario