Para cumplir lo previsto en anteriores posts, lo que sigue es el contenido de la segunda charla de Priego, referida más explícitamente a la Acuarela.
“CONOCERLA ES AMARLA”
La Acuarela, sus ventajas y
sus inconvenientes
Todos los que cultivan la pintura
a la acuarela suelen ponerse de acuerdo en que se trata de una técnica sencilla y compleja a un tiempo,
que se aprende con facilidad, que permite llenar rápidamente toda la superficie
del papel, generando manchas que se funden entre sí con resultados
sorprendentes.
Una de sus características
primordiales es la frescura y
espontaneidad que desprende, una lozanía alegre y juvenil.
En manos experimentadas su rapidez de ejecución explica que haya
sido siempre un medio excelente para la representación de la naturaleza,
siempre cambiante, así como para realizar
bocetos para obras posteriormente realizadas
al óleo o con otras técnicas.
Dicha rapidez no impide, sino que
provoca una verdadera dificultad en su
ejecución, ya que requiere una buena dosis de experiencia para el manejo de
los tiempos, que permita en cada momento encontrar el papel en situación
adecuada para recibir nuevas manchas o veladuras.
Su fácil extensión por amplias superficies de papel y rapidez de secado permite aplicar capas
sucesivas, veladuras transparentes e inmateriales, que la convierten en técnica
idónea para formas de expresión minimalista.
Una característica singular de la
acuarela es su estrecha interactividad
con ambiente, con las condiciones atmosféricas, temperatura y grado de
humedad, que condicionan los tiempos de secado de modo tal que pueden hacerla
impracticable bajo determinadas circunstancias, lo que le confiere particular
sensibilidad, una mayor naturalidad y
autenticidad.
Otro carácter peculiar es su aparente
irreversibilidad, que le ha valido
esa aureola proverbial de técnica imposible de corregir. Se trata solamente de una
verdad a medias, que es real cuando el pigmento se ha infiltrado en los
entresijos fibrosos del papel, de donde es muy difícil extraerlo. Casi todos sabéis
que es posible una sustracción parcial del pigmento mediante el lavado precoz, que
arrastra el pigmento superficial, que aún no ha penetrado gracias al encolado de
los buenos papeles. (De ello puede observarse la siguiente muestra, extraída de mi último post.
Su aparente irreversibilidad,
junto con su rapidez de ejecución confieren a la acuarela una verdadera dificultad en su ejecución, ya que
requiere una buena dosis de experiencia para el manejo de los tiempos, que
permita en cada momento encontrar el papel en situación adecuada para recibir
nuevas manchas o veladuras.
La imprevisibilidad es uno de los rasgos más definitorios de la
acuarela. Aun en manos expertas siempre flota en el aire un factor aleatorio, suerte
o destino, en parte condicionado por las condiciones atmosféricas y la propia
tensión personal. Esta circunstancia confiere un atractivo singular a cada
sesión de acuarela, una aventura de
final desconocido, que así mantiene el
suspense hasta el momento final.
A pesar de todas estas
características, históricamente ha sido siempre considerada como la hermana pequeña dentro de las técnicas
pictóricas, especialmente desde la óptica de quienes cultivan óleo o técnicas
mixtas, más comprensivos con el pastel, también injustamente relegado en rango.
En el caso de la Acuarela ha
contribuido su soporte, habitualmente papel,
que le da una mayor fragilidad, puesto que de entrada es rompible, siempre sujeto
a plegaduras que dejan huella, contrariamente a lo que ocurre con soportes de
madera o bastidores con telas de lienzo. Además, hasta hace escasas décadas era
difícil pintar formatos grandes, que
ahora ya están a nuestro alcance utilizando papeles de calidad excelente,
dispensados en rollo. En el otro polo, el de los formatos pequeños, siempre
hemos tenido disponibles blocs de múltiples formatos que permiten adaptarse a
cualquier preferencia personal.
Constituye también una ventaja su
solubilidad con agua, que le confiere
gran limpieza y total salubridad medioambiental, al no precisar productos
disolventes que siempre son en mayor o menor grado contaminantes o
perjudiciales para la salud.
Para los profesionales es una
gran ventaja su facilidad de almacenaje,
al no necesitar grandes espacios ni grosor de bastidores que la sustenten.
Colocadas en carpetas se guardan muy bien. Protegidas de la luz no pierden su
color, aún con el paso de largas décadas.
La rapidez de ejecución confiere
al acuarelista profesional una mayor flexibilidad
en cuanto a la programación de exposiciones, excepto en aquellos artistas que
cultivan estilos hiperrealistas, siempre más laboriosos.
Por el contrario, un
inconveniente es la necesidad de
protección, bien sea con cristal o láminas plastificadas o de metacrilato.
Pueden usarse también barnices
transparentes para proteger la pintura, aunque hay que ser precavidos por
distintos motivos. Algunos barnices pueden oxidarse y amarillear con el paso
del tiempo, mientras que otros provocan el pegado involuntario con otras
acuarelas, especialmente si están apretadas dentro de carpetas. No hay que
olvidar que algunos amantes del arte, coleccionistas de acuarelas, se muestran bastante
reticentes ante las acuarelas
barnizadas. Confieso que comparto la sensación de que el barniz pone una
barrera que aleja definitivamente la acuarela, ya inaccesible.
Hablar tanto de las características
de la acuarela no es sino una distorsión
intelectual que no debe pasar inadvertida, sobrevalorar la técnica en sí en
perjuicio del sentido y del lenguaje, elementos más fundamentales en lo artístico.
Conviene no olvidarlo para evitar actitudes de cerrazón, que conviertan unas peculiaridades
técnicas en algo similar a las actividades de un club secreto.
Para resumirlo en pocas palabras:
si un mayor nivel de dificultad provoca
mayor satisfacción ante el progreso y si aceptamos que la acuarela perfecta
es algo prácticamente imposible, ya están sentadas las premisas para una técnica
capaz de convertirse en una auténtica adicción.
MATERIALES
Solamente unos breves comentarios
sobre el utillaje habitual para la técnica acuarelística.
Soporte. Habitualmente es el papel, del que como se ha dicho antes disponemos
múltiples tipos, en blocs, hojas sueltas de diferentes tamaños y en rollo para
grandes formatos. La posibilidad de escoger entre distintos gramajes y texturas
permite elegir selectivamente, según presupuestos
y finalidades. El grosor influye en el
precio y el grado de textura permite escoger el adecuado para trabajos con mayor o menor detalle.
Colores. Podemos escoger entre pinturas en tubo o en pastilla-godet,
así como en la forma líquida, para superficies amplias. Actualmente también existe
la posibilidad de fabricarse la propia pintura a partir de pigmentos
comercializados, o bien comprarla ya hecha, de origen nacional o extranjero, siendo
las más utilizadas las marcas holandesas, inglesas y alemanas, seguidas por las
italianas y francesas e italianas. En cuanto a la amplitud de la paleta de colores puede escogerse entre
una paleta restringida o más amplia, en función de nuestra capacidad o pereza a
la hora de mezclar colores para conseguir nuevos tonos.
Pinceles. Conviene disponer de una colección variada, tanto en
grosor como en forma, con el fin de obtener un registro descriptivo más amplio.
Pueden escogerse entre redondos, planos y los mixtos, denominados en lengua de
gato. Entre pinceles sintéticos y los de pelo natural, los de vientre largo o
los más cortos. La capacidad de retención del agua entre sus pelos es crucial.
Resultan también muy útiles las paletinas,
que permiten amplias manchas, para lo que son de gran utilidad también las esponjas. La influencia de los pinceles
sobre el lenguaje pictórico es fundamental y bien fácil de entender.
TÉCNICA
Algunas palabras más sobre
algunos aspectos técnicos.
Inclinación del tablero. Constituye un tema importante a la hora de
ver los resultados obtenidos, ya que diversos grados de inclinación provocan
diferentes patrones de corrimiento de las aguadas. Cada uno debe buscar su
posición óptima, en función de su modo particular de pintar. En este sentido
resultan útiles los caballetes que permiten abatir totalmente el soporte.
Sujeción y tensado del papel. Es necesario sujetar el papel al
tablero, pudiendo utilizar el simple claveteado con chinchetas, las pinzas
metálicas clásicas, las cintas adhesivas, etc. Por el contrario, la
conveniencia de tensar el papel es un asunto personal. En honor a la verdad hay
que decir que se pinta con mayor placer. Para ello puede doblarse el papel previamente
mojado para fijarlo por detrás del bastidor o tablero, aunque también puede
hacerse con papel adhesivo del utilizado
en enmarcado de cuadros, que permite un buen encolado incluso encima de papel
mojado.
Humedecer el papel. Salvo excepciones, como el frío o la humedad,
resulta muy conveniente humedecer el papel antes de empezar a pintar, ya que de
este modo se elimina parte de la cola más superficial, lo cual permite un mejor
tintado del papel. Es mejor hacerlo después de dibujar, para poder empezar sin más
demora.
Escoger las técnicas en húmedo o en seco. En ambas la forma de
extenderse el pigmento es muy diferente, de bordes concretos cuando se pinta en
seco y de contornos borrosos al hacerlo sobre húmedo. Utilizar de forma simultánea
o alternativa ambos métodos es la clave de la experiencia técnica que debe
adquirirse, para llegar siempre adonde uno quiere. O al menos conseguir mantener
cierto control. Reconocer el diferente comportamiento de las pinceladas y
aguadas que estamos aplicando en función de la posición y del grado de humedad
subyacente son una parte fundamental de dicho control.
Manejar con cuidado los tiempos. Para ello trataremos de evitar por
un igual las pinceladas presurosas que emborronan la acuarela, como las demasiado
tardías, que provocan una sensación de dureza a menudo indeseable. Un cierto
grado de concentración mental facilita estos cometidos.
Otros recursos técnicos. En sintonía con los tiempos actuales, en
que cada vez más acuarelistas utilizan un número creciente de recursos
especiales, convendrá familiarizarse progresivamente con aquellos que nos
resulten más atractivos con vistas a obtener el tipo de resultado que andamos
buscando. Como todos sabéis, existen múltiples y variados recursos, tales como
el rascado, el goteado, la adición de sal u otros productos que modifican la
difusión de los pigmentos o su propio tiempo de secado, generando así texturas
diversas. Puede actuarse sobre el soporte,
con agresiones físicas de distinta índole, en busca de nuevos planteamientos
expresivos o efectos, adherir toda la extensa variedad de collages que se nos ocurra.
Conviene alcanzar la máxima libertad, especialmente si está bien entendida y
justificada, tal vez con una sola recomendación, no traspasar aquella línea
roja que muestra los límites que definen el ámbito acuarelístico. Me estoy
refiriendo, como ya habréis adivinado, a la cualidad fundamental de la
acuarela, la transparencia, que debe estar en todo momento salvaguardada, al
menos en las zonas mayoritarias de la obra pintada.
METODOLOGIA
Cuatro ideas sobre la metodología
más eficaz para profundizar en los secretos de la acuarela.
Plantearse dificultades crecientes. No querer alcanzar metas
imposibles desde los primeros momentos, tanto en cuanto a tamaño como en la complejidad
del dibujo o las dificultades propias de ciertos temas, como puede ser la
figura.
Utilizar pocos pinceles, como máximo tres y del mayor grosor
posible, con el fin de no caer de inmediato en la meticulosidad. Algunos
pinceles para acuarela, como los japoneses, tienen una increíble capacidad de mantener
afilada la punta, lo cual permite resolverlo todo con un único pincel.
Comenzar con pocos colores, incluso sólo uno, para concentrarse mejor
en la dificultad inicial de conseguir un mínimo control sobre el correr del
agua, sin tener que estar pendientes de la solución de otros problemas como
mezclar colores para obtener determinado tonalidad.
Resulta de gran utilidad la
realización de ejercicios descriptivos,
de carácter libre, intentando trabajar del modo más ágil captando las formas
esenciales de distintos temas. Por ejemplo, el estudio de los follajes de
distintos árboles, los reflejos y transparencias de las aguas, la diversa morfología
de las nubes y cielos, las variadas superficies que se observan en los paisajes
que nos rodean, etc. Para desarrollarla capacidad de escoger el tipo de pincel
que más se adapte a cada una de las formas. En las primeras pruebas no es
necesario preocuparse del color, ya que el objetivo es otro, el aprendizaje de la
descripción.
Pintar elementos sueltos que puedan después integrarse en
composiciones complejas, para ir escalando niveles crecientes de dificultad.
Procurar en todo momento ver la obra como un conjunto, pese a que
haya zonas que se pintan antes o se acaban más que otras.
En cualquier caso, siempre ir de
la mancha al detalle. Empezar por aguadas y manchas amplias y claras,
después las de tamaños y tonos medios, dejando para el final los detalles
pequeños y los colores concretos y sobresalientes.
Guardar en la obra la debida proporción entre tamaño,
pincel y trazos. No resulta coherente un formato grande y unos pinceles
delgados, con la excepción de ciertas obras hiperrealistas.
Y un truco que puede ser de
utilidad ante obras con cierta complejidad. Tratar de modular los momentos de distinta dificultad. Reservar zonas que
nos resultan atractivas para momentos en que ya comenzamos a percibir cierto
cansancio, ya que supone un estímulo añadido en todo el proceso.
ACTITUD
Como ya habréis observado, soy reiterativo
en lo referente a la actitud interior del artista, que es la que analiza,
escoge y resuelve las cuestiones planteadas.
Por estos motivos recalco la
necesidad de concienciarse del
lenguaje empleado en cada fase de nuestra evolución pictórica.
Aprovechar todos los momentos de duda que se nos puedan plantear
para convertirlos en la ocasión propicias para buscar soluciones.
Sentirse receptivos ante las pinturas ajenas. Dejarse influir
conscientemente por aquellas que juzguemos interesantes, haciéndolo siempre de
modo crítico, tras una previa reflexión, no de forma automática, para no
generar malos hábitos.
Aceptar deportivamente las capacidades ajenas, aprendiendo a
competir con decisión y valor, pero sin excesiva ansia, prejuicios ni envidias.
Alegrarse cuando nos encontramos ante obras excelentes de otros artistas y
cultivar la humildad ante las nuestras. No suele ser agradable la actitud presuntuosa de quienes parecen no
entender otras formas de pintar que la suya.
Es del todo legítimo buscar la originalidad, necesaria para encontrar
la propia personalidad, un estilo propio. Para que sea productiva deben
utilizarse métodos adecuados.
-ampliar la formación que nos dará un mayor margen de maniobra entre
las distintas opciones que nos podamos proponer.
-hacerlo con seriedad para no caer en la superficialidad y en lo anecdótico.
-con toda la sinceridad posible, para que la sucesiva evolución de nuestros
posicionamientos sea lo más auténtica posible.
-indagar en nuestra propia identidad, que es donde se halla la
clave de dicha originalidad, puesto que no hay nada más irrepetible y original
que cada ser humano individual.
-trabajar con objetividad y honestidad, intentando no
caer en las propias trampas que a veces nos preparamos inconscientemente.
Aceptar nuestras limitaciones, juzgando sin apasionamiento nuestras
capacidades, pensando que gran parte de ellas resultan superables. Si quiero,
puedo.
Impregnarse del ambiente, dejarse cautivar por la luz, atmósfera y
colorido de cada motivo, de tal manera que sintamos siempre cada obra como algo
nuevo.
Aprender a contemplar con emoción, a captar el sentido estético y artístico
del motivo que se haya escogido. Tratar de identificar aquellos sentimientos que intuimos, aquellas dificultades
que nos desconciertan, traduciéndolos en palabras, formas y colores.
Tratar de aplicar la sabiduría humana que hayamos podido alcanzar a lo largo
de nuestra vida, tratando siempre de ser más. Aprender a ser agradecido, a compartir el
saber y a promover el cultivo de la acuarela, que es capaz de regalarnos tan
gratos momentos.
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