Siguiendo con los sencillos comentarios iniciados en el anterior post, me voy a referir ahora a la disposición de ánimo con que debemos enfrentarnos al constatar la realidad de no figurar en el grupo de los que llamábamos acuarelistas representativos:
Aceptar las propias limitaciones
Reconocer las propias limitaciones, tanto en lo concerniente a la aprehensión del concepto artístico, como en los conocimientos teóricos y procedimientos técnicos para llevar a cabo la idea, resulta un método muy útil en todo el proceso de la propia formación artística.
En primer lugar, porque de
entrada ya supone una cierta dosis de modestia y humildad, virtudes siempre deseables para cualquier actividad.
En segundo lugar, porque indica
la posesión de una razonable capacidad crítica, que permite el reconocimiento de
la valía de quienes nos sobrepasan en tales o cuales aspectos. Si, además, uno consigue alcanzar la actitud de
alegrarse ante las excelencias advertidas en las obras ajenas, estamos en el
mejor de los caminos para un buen aprendizaje, la clave de la superación.
Si nos fijamos bien, la realidad
es que los talentos y las virtudes suelen estar distribuidas de forma muy irregular, que al
multiplicarse por las múltiples situaciones culturales, geográficas y
personales, dan lugar a una amplísima y rica variedad de posibilidades, lo que hace sumamente difícil conseguir estar entre los primeros.
La conocida frase “si quieres,
puedes” refuerza el papel de la voluntad en todo proceso de superación. Formulada en modo negativo equivale a decir
que si uno no quiere, es decir, no se esfuerza suficiente en conseguir sus
objetivos, es bastante probable que no se consiga el objetivo deseado, al
tiempo que se pierde cualquier derecho a reclamar ante la mala evolución de nuestros resultados.
Si, por el contrario, uno se
esfuerza adecuadamente y a pesar de ello no se consiguen los resultados esperados, debe
entenderse que probablemente no se reúnan las facultades necesarias para el
triunfo, en cuyo caso debemos aceptarlo con deportividad, con la actitud serena
del deber cumplido.
Hay que contemplar también otras posibilidades, como que pueda tratarse de algún
tipo de error al marcarse los objetivos, o bien en el propio planteamiento
del método de aprendizaje, o en la elección del lenguaje artístico utilizado.
Si existe la menor duda de que los motivos sean estos, serán muy deseables tanto una lúcida reflexión como cierta dosis de sagacidad intelectual, que nos permitan en adelante aprender a apuntar mejor. Reflexionar, corregir errores o defectos y trabajar intensamente constituyen siempre las armas más poderosas para obtener el triunfo.
Si existe la menor duda de que los motivos sean estos, serán muy deseables tanto una lúcida reflexión como cierta dosis de sagacidad intelectual, que nos permitan en adelante aprender a apuntar mejor. Reflexionar, corregir errores o defectos y trabajar intensamente constituyen siempre las armas más poderosas para obtener el triunfo.
Aun cabe otra posibilidad práctica, que es
la de reconocer nuestros puntos débiles no para tratar de mejorarlos en la medida
de lo posible sino de darles la vuelta, sublimarlos o subvertirlos en rasgos
característicos personales, lo que en lenguaje popular podríamos llamar "hacer de la
necesidad virtud", para lo cual es necesaria una buena dosis de inteligencia
práctica y a menudo también otra proporcional de gracia o de picardía.
Cultivar algunas de estas variadas actitudes cuando no se ha conseguido figurar en aquel grupo que denominábamos
los representativos, proporcionará mejores resultados en nuestra
práctica artística y acuarelística, convirtiendo aquella situación inicial en otra meramente
transitoria.
Así lo deseo para cada uno de nosotros.
Así lo deseo para cada uno de nosotros.
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